Comprender y Validar las Emociones Infantiles: Cada Sentimiento Cuenta

El artículo de hoy lo escribo con el deseo de compartir y reflexionar sobre algo que es central en nuestras vidas y en la de nuestros hijos: el mundo de las emociones. Me gustaría abrir un diálogo sobre cómo entendemos y acompañamos las emociones de los más pequeños. Desde su alegría contagiosa hasta su tristeza más profunda, cada emoción que experimentan merece ser reconocida y tratada con cuidado.

En nuestra cultura es habitual hablar de emociones «positivas» y «negativas», pero desde el enfoque que os propongo, esa clasificación pierde sentido. Cada emoción que un niño o una niña siente es una parte esencial de su ser, y todas ellas son válidas. No hay emociones que debamos evitar o reprimir, sino que cada una es una oportunidad de aprendizaje y conexión.

A lo largo de este artículo vamos a explorar cómo, en vez de juzgar o categorizar las emociones de nuestros hijos como buenas o malas, podemos acogerlas y entenderlas. El desafío es estar presentes, ofrecer nuestro apoyo y mostrarles que entendemos lo que sienten, sin importar si es cómodo o desafiante para nosotros. De este modo, les estamos enseñando una lección valiosa: todas sus emociones son partes integrantes de quiénes son.

Os invito a adentrarnos juntos en el tema de las emociones infantiles con la mente abierta, el corazón dispuesto y la voluntad de acompañar a nuestros niños en su viaje emocional con amor, comprensión y respeto por cada uno de sus sentimientos.

¿Cómo podemos definir lo que es una emoción?

Una emoción en la infancia se entiende como una experiencia interna y primitiva que surge de manera natural en respuesta a estímulos internos o externos. Es una manifestación primaria del estado anímico del niño y forma parte integral de su proceso de aprendizaje y desarrollo personal.

Consideramos que las emociones en los niños son señales valiosas de sus necesidades y de cómo perciben y entienden el mundo que les rodea. Cada emoción es un indicador que nos puede enseñar algo sobre sus deseos, sus miedos, sus intereses y sus límites. Por lo tanto, no juzgamos las emociones como buenas o malas, sino que las reconocemos como aspectos esenciales y legítimos de su ser que contribuyen a su bienestar emocional y psicológico. Las emociones, lejos de ser estados que hay que controlar o reprimir, son parte del proceso evolutivo del niño y merecen ser atendidas con sensibilidad y compasión.

Abrazamos la idea de que el niño es un ser completo y capaz de experimentar una amplia gama de emociones, y entendemos que nuestra función como cuidadores es la de acompañarlo, sin intentar cambiar lo que siente, sino dándole espacio y apoyo para explorar y expresar sus emociones de manera segura y confiada. En la infancia, cada emoción es una ventana al corazón del niño, y es nuestro privilegio estar allí para testificar y sostener su viaje emocional.

Entonces, ¿cuál es nuestro papel como adultos en el fluir de nuestros niños?

La infancia es un periodo de descubrimiento constante y, en ese viaje, las emociones juegan un papel protagonista. Como adultos, nuestro papel no es el de profesores que imparten lecciones, sino el de compañeros de viaje que ofrecen apoyo y comprensión. Es nuestra tarea acompañar a nuestros niños en su expresión emocional, validar sus sentimientos y conectar con ellos en cada experiencia.

  • Acompañar sin dirigir; Acompañar la emoción significa estar presentes. Significa observar, escuchar y aceptar lo que los niños están viviendo en ese momento, sin intentar alterar o gestionar la situación por ellos. Al hacerlo, otorgamos a los niños el espacio para sentir plenamente y les transmitimos que confiamos en su capacidad para vivir sus propias experiencias emocionales. La presencia es un regalo poderoso. Implica dejar a un lado nuestras expectativas y permitir que los niños experimenten su propia gama de sentimientos. A veces, acompañar es simplemente sostener una mano, ofrecer un abrazo, o estar a su lado en silencio mientras dejan salir su tristeza, alegría o frustración.
  • Validar para Fortalecer; La validación de las emociones infantiles es una forma de decir «Te veo, te escucho, y lo que sientes es importante para mí». No se trata de darle una solución o una enseñanza, sino de reconocer que sus emociones son genuinas y merecen atención. Esta actitud refuerza su autoestima y les ayuda a construir una imagen interna de que sus sentimientos son valiosos y que ellos como individuos son dignos de amor y comprensión. Validar no es justificar comportamientos inapropiados ni renunciar a establecer límites. Por el contrario, es desde la comprensión de sus emociones desde donde podemos guiarles para que ellos mismos encuentren formas adecuadas y respetuosas de expresarse.
  • Conectar desde la Empatía; Conectar desde la empatía implica reconocer los sentimientos del niño como algo que tiene sentido desde su punto de vista, incluso si nosotros lo vemos de manera diferente. Cuando nos conectamos empáticamente, demostramos a los niños que entendemos su mundo emocional y que lo respetamos. Esta conexión es bidireccional; al mostrarles empatía, abrimos la puerta para que ellos también aprendan a ser empáticos consigo mismos y con los demás. Esto crea una base emocional sólida donde la seguridad y la confianza florecen, y desde la cual pueden adentrarse en las complejidades de sus futuras interacciones sociales.
  • Facilitar la Expresión Emocional; Nuestra labor también incluye facilitar un entorno seguro en el que los niños se sientan libres para expresar sus emociones abiertamente. Creamos un refugio emocional cuando aceptamos sin censura todas las formas en que se comunican, ya sea a través de palabras, llanto o juegos. Es importante mostrarles que todas las emociones son admisibles y que estamos ahí para aceptarlas sin juicio. En un mundo ideal, cada emoción sería acogida con curiosidad y no con ansiedad o temor. Este es el desafío que nos proponemos alcanzar: un lugar donde los niños se sientan entendidos y acompañados, sin que sus emociones los definan o limiten.

Beneficios para su desarrollo y bienestar

Al comprender las emociones de los niños de una manera respetuosa y consciente y actuar aceptando, respetando y validando sus sentimientos, podemos proporcionar múltiples beneficios para su desarrollo y bienestar.

  • Seguridad emocional: Los niños desarrollan un sentimiento de seguridad y confianza en sí mismos y en su entorno cuando saben que sus emociones son escuchadas y aceptadas.
  • Autoconocimiento: Al validar las emociones, fomentamos que los niños se conozcan mejor a sí mismos y comprendan lo que sienten, lo que les permite desarrollar una mayor inteligencia emocional.
  • Habilidades de regulación emocional: A través de la aceptación y comprensión de sus emociones, los niños aprenden gradualmente a regular sus propios sentimientos de forma natural.
  • Resiliencia: Aceptar y trabajar con las emociones difíciles, en lugar de evitarlas, les enseña a enfrentar y superar los desafíos, contribuyendo a su resiliencia a largo plazo.
  • Relaciones saludables: Los niños que se sienten emocionalmente validados están mejor equipados para desarrollar empatía y habilidades interpersonales, lo que lleva a relaciones más fuertes y significativas.
  • Autoestima saludable: La validación emocional enseña a los niños que son valiosos y merecedores de amor y atención, independientemente de cómo se sientan, lo que fortalece su autoestima.

En resumen, nuestra función como acompañantes emocionales de nuestros hijos es profunda y sutil. Se trata de una danza delicada en la que seguimos su ritmo, permitiendo que expresen su riqueza interior, ofreciéndonos como un espejo que refleja su valía y potencial. Aboguemos por una crianza donde la dignidad de cada sensación esté al centro, y dediquémonos a vivir juntos el abanico completo de emociones que hacen única la experiencia humana.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×